Domingo 29 abril 2007
Un gran beso y nos vemos en estos días.
Luis
No sé que me pasa últimamente: me da por reír mientras ahogo unas lágrimas y me da por llorar descontrolado ahogando unas pocas risas. No sé que es lo que sucede conmigo y pienso poner la queja ante el Departamento de Sentimientos por no hacer bien su trabajo. Si, eso he de hacer y lo pienso hacer nada más termine la hinchazón en los ojos por estas lágrimas que no me hacen caso.
Sé que hace tan sólo tres semanas atrás esta sensación no me invadía y sin embargo ya notaba yo, desde entonces y acrecentándose, una cierta actitud relajada en el Departamento de los Sentimientos. No sabía que les pasaba. “Será el verano próximo”, pensé y así me conformé. Hoy, insisto sin saber que es lo que me pasa.
Cuando los hechos, vagos y de diversa índole, se comenzaron a juntar, sentí que algo dentro de mí también se comenzaba a mover. Volteé a ver hacia el Departamento de Sentimientos y noté que estos ya no estaban en el último lugar en que los había visto; han tenido una actitud de estarse moviendo de un lado a otro que es difícil dirigirles la correspondencia o por lo menos una observación sobre los últimos acontecimientos –pareciera que no se encuentran en ninguno de los lugares que toman y terminan por mudarse a otro piso–. Es una mierda.
Me digo a mí, desde el eco de las lágrimas y las risas: “aguanta, carajo” pero parece que no hace mayor fuerza. Puertas abiertas y preguntas inconclusas es lo que me encuentro y el maldito Departamento de Sentimientos reluce por su ausencia. Sé que necesitaría cambiar mi actividad –de manera apremiante, me atrevo a agregar– y modificar algunos patrones socioeconómicos y, sin embargo, sé que eso no será todo. Sé que, aún cuando logre hacer eso, seguirá haciendo falta algo más. No sé que. Seguiré sin saber que es lo que me pasa.
Había visto tantas veces la misma rutina que ya hasta le parecía una película. Tantas entrevistas, tantas pláticas, tantas máscaras de iniciativa y éxito…ese día tuvo su introducción de siempre a manera de película y terminó en la cama. El hecho de que hubiera terminado en la cama no era lo que le revolvía la parte baja del vientre, más bien con quién había terminado en la cama. Después de confesarse por primera vez en otra entrevista laboral que resultó ser una imitación barata y posmoderna de la santa inquisición, salió con la sonrisa en los labios y el corazón en la suela de los zapatos. Salió. Se asomó a los elevadores y sacó instintivamente su celular para activarlo sin percatarse de que en ese mismo instante una llamada estaba entrando. Abrió el celular. “Conectando” apareció en la pantalla.
- ¡Bueno! –respondió agitado.
- ¡Hola! –la otra voz, la de su segunda confesión, se notaba animosa.
- ¡No sabes que mierda de entrevista...!
Y con eso comenzó. Habló cerca de cuarenta segundos sin parar. Al finalizar el cuadragésimo segundo se percató que estaba hablando con ella. Le dijo su nombre para confirmar y ella contestó afirmativamente. Le pidió que se vieran en un café y así fue. Se vieron.
Platicaron cerca de una hora, los primeros cinco minutos de todo y de nada y los cincuenta y cinco minutos restantes sobre el pasado que compartían y sobre como había cambiado él para ella. Él le quitó todas las dudas que pudieran haber existido en su cabeza y le demostró que no había cambiado, que ella no le había permitido seguir siendo como era junto con ella ni integrarse en sus nuevos círculos, concéntricos a su parchado corazón. El silencio de ella fue avasallador. Le surgían dudas a los dos. Él le sugirió entre broma y entre deseo que hicieran el amor, una vez más –con la esperanza y la posibilidad de que se transformara el inicio de muchas otras veces más– y ella, después de una pregunta más le respondió “Vámonos”.
Se hicieron el amor. Se tocaron. Se besaron. La penetró y ella, a su manera y por los ojos, lo hizo también. Un éxtasis enorme los envolvió. El cuarto olía a sexo y a melancolía. Un breve silencio los abordó por unos segundos y después comenzó su segunda confesión. Terminado el preludio de la confesión le volvió a hacer el amor, esta vez de manera más tranquila, suave, casi pausada, sintiendo cada milímetro de su cuerpo tan fresco como siempre había sido. Sus senos no habían perdido la vieja consistencia y el olor seguía siendo el mismo, inclusive, con un poco de esfuerzo y nostalgia, podía percibir su olor guardado en el de ella. Sus nalgas anchas, blancas y suaves se amoldaban a la forma de las piernas de él mientras la penetraba y le hacía el amor. El orgasmo le llegó primera a ella y minutos después a él. A diferencia de la primera vez que les llegó a los dos al mismo tiempo pero cansados por la entrega apasionada se apartaron, esta vez se quedaron quietos. Su respiración agitada. Sus vientres rítmicos y sus narices que se arrastraban en el cuello del otro. Era como si se hubieran encontrado los cuatro lados, las dos parejas de caras en el punto más alto de la pirámide. Sus dos máscaras que habían venido utilizando. Después de eso vino la confesión en forma.
Le pidió que le sonriera. Que no importara lo que pasara, que siempre lo que viera, le sonriera. Era su más grande y preciado deseo: verla sonreir. Verla feliz. Y notaba en sus ojos como algo no la hacía feliz y que al final la había llevado nuevamente a sus brazos. Se confesaron mutuamente y se besaron. Lloraron. No lo dijeron pero si lo escucharon: los dos se dijeron que se seguían amando pero ninguno tuvo el valor necesario para gritarlo y pedirle al otro un nuevo inicio que anhelaban. Pero no lo dijeron y sin embargo lo escucharon y lo sintieron. Se besaron nuevamente, esta vez más profundo y duradero. En ese beso él le lloraba y ella le abría el corazón. Y sin embargo la llevó a su casa, la besó nuevamente y se despidieron. So cruel.
Regresó a su casa y al llegar a su cuarto vio su cama desarreglada. Las prisas lo habían hecho salir tan rápido de su casa que no tuvo tiempo de arreglarla. Se puso a hacer su cama mientras pensaba como había despertado y se percato, al bajar la cabeza, del perfume de ella todavía presente en su pecho. Sintió la resaca de la confesión y volteó a sus cuadros y se sentó en su cama.
- Donde quiera que estés sólo quiero que sepas que te sigo amando…y te seguiré amando.
Se levantó, terminó la cama y se puso a escribir el relato de su confesión.
You don't know if it's fear or desire
Danger the drug that takes you higher
Head in heaven, fingers in the mire
VARGAS GÓMEZ
Ahora me doy cuenta de que es igual a todas las demás: fría y distante.
Hay mucha gente así; las mujeres desde luego. Son como un sindicato.
Travis, Taxi Driver
Nací en la ciudad de México, la del ombligo de la luna. Tengo veinticuatro años y unos cuantos meses que he compartido en el seno de mi familia formada por mis dos padres y una hermana menor de veinte años.
Mi formación académica ha llegado, hasta el momento, a la culminación de mi licenciatura en Ciencias de la Comunicación con la obtención de mi título universitario tras defender mi tesis titulada: La comunicación, lo virtual y el nuevo milenio: interacción comunicativa a través de Internet”. Futuras expectativas al respecto, sin embargo depende de mi pronta obtención de recursos económicos que me permitan pagarme una maestría. Me titulé en la Universidad Intercontinental y antes estudié el bachillerato en el ITESM CCM, en donde aprendí que no todo son números ni computadoras; antes, la secundaria y primaria en el Cedros, perteneciente al sistema Opus Dei, donde aprendí que la religión no vive en nuestro mundo y que Dios es una energía misteriosa alejada por mucho de nuestras vidas.
La escritura ha estado siempre relacionada a mi vida, ya no sólo en sentido filosófico o de obtención de sentido, también en el práctico. A los ocho años escribí mi primer cuento e inicié un proceso que no termina por desarrollarse. He escrito textos de diversa índole, desde cuento y poema hasta novela y ensayo. En la Universidad Intercontinental formé parte del equipo creador de la primera revista en la historia de la Facultad: “Intuición”, en la cual escribía en una columna llamada “De alimañas, sabandijas y tepocatas”. Posteriormente escribiría en una publicación efímera –por la poca obtención de recursos y auspiciada por la Organización Nacional de Apoyo Interuniversitario (ONAI) A.C.– llamada Imaginárea, en donde tendría una columna llamada “Páramo sin sentido”. En el transcurso de estos últimos tiempos fui escribiendo mi tesis, el ensayo más largo que haya escrito hasta el momento, para llegar a la última creación (terminada hace tan sólo dos semanas), mi novela: “Cuentos del Kundera”, obra que actualmente lucho por tratar de publicar.
Esta es mi brevísima semblanza curricular...
extracto del texto utilizado para mi inscripción en el concurso.
VARGAS GÓMEZ
(Jorge O'Dea alias utilizado)